Es tentador sentir que usar tu producto de limpieza facial durante más tiempo o con más ferocidad te lavará la cara de manera más efectiva. Pero en realidad, el tiempo que pasas enjabonándote no se correlaciona con qué tan bien te limpiaste la cara. Mantenlo simple: intenta lavarte durante 20 a 30 segundos, o hasta que el producto forme espuma en tu cara, porque hacer más que eso podría ser demasiado para tu piel. Lavarse de manera demasiado agresiva o durante demasiado tiempo, especialmente si su limpiador contiene ingredientes exfoliantes, puede provocar rápidamente enrojecimiento, irritación y enojo de la piel.
Para lavarse la cara correctamente, comience humedeciéndola con agua tibia, no caliente, y usando las yemas de los dedos para aplicar el limpiador con movimientos circulares. Asegúrate de lavar la zona T y la zona U (alrededor de la línea de la mandíbula), estas son áreas donde la gente tiende a olvidarse. Una vez que haya formado una buena espuma, enjuague y seque con cuidado con una toalla suave y limpia.
Y sobre la temperatura del agua: usar agua caliente en la ducha o para lavarse la cara puede resultar muy agradable, pero en realidad puede ser perjudicial para la delicada piel de la cara.
Las temperaturas extremas, como las duchas calientes y humeantes o el agua caliente, pueden provocar la dilatación de los vasos sanguíneos y la rotura de las zonas sensibles y delicadas. El agua caliente despoja naturalmente a la piel de la barrera oleosa necesaria que ayuda a mantener la integridad de la piel. Esto significa que su piel se secará más rápido y puede causar más picazón y descamación con el tiempo.
Esto es especialmente un problema que deben tener en cuenta las personas con piel seca o sensible porque su piel ya es más vulnerable a secarse o reaccionar mal a los extremos. Además, el calor puede desencadenar la rosácea, una afección de la piel que provoca enrojecimiento y protuberancias similares al acné. Por eso, es importante utilizar agua tibia para lavarse la cara.
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